UN MUNDO LLENO DE TRISTEZAS
Desde los 7 años ha tenido que ganarse la vida a punta de trabajo. Es hoy el pionero de los vendedores de tintos en la ciudad de Pereira. No pudo entrar a estudiar a una escuela por pertenecer a una familia humilde y pobre.
Por: Pablo Enrique Bohórquez Duque
Un muchacho de apenas 7 años de nombre Luis Enrique Ocampo, vivía con sus padres en el municipio de Versalles (Valle). Era una familia de muy bajos recursos, luego del abandono de su padre, en el año 1954, se vino con su mamá a vivir a la ciudad de Pereira, al llegar a esta ciudad tan grande no sabían qué hácer, pues su mamá no contaba con mucha plata para entrarlo a estudiar a un colegio.
Frente a la situación que estaban viviendo él y su mamá, tomaron la decisión de trabajar vendiendo dulces en los semáforos, pero lo poquito que Luis se ganaba haciendo esta labor, se los daba a su mamá para la alimentación, igual lo que se ganaba en un día variaba mucho, pues varias veces se quedaban sin comer ya que no les alcanzaba ni para una bolsa con agua. Al transcurrir los años, Luis quería salir adelante y ponerse a estudiar como un niño que a su edad era lo que debería estar haciendo.
Pero desgraciadamente cuando tenía 16 años su madre falleció de un ataque fulminante al corazón: Al ocurrir esto, Luis se desesperó y dejó de vender los dulces en los semáforos y algunos días después, llevado por el hambre y el agotamiento, se puso a robar y a meter vicio.
Luis se encontraba solo en esta ciudad, no sábia qué hacer, fue entonces cuando tomó la decisión de llamar a Alberto Pelaéz, un amigo que tenía su mamá en Dosquebradas, y así pedirle que le prestara una plata para poder viajar donde su familia, y cuando volviera de allá se la pagaría. Alberto le dijo que sí y que no se preocupara por devolvérsela, pues era un regalo que él le quería hacer.
Luis con la plata en la mano, se fue para su pueblo a visitar y quedarse con su familia, pero al llegar allá, no lo quisieron recibir, todos le dieron la espalda, pues conocían los malos pasos en los que andaba en la ciudad.
Él, muy triste y desilucionado, se regresó a Pereira.
Una nueva oportunidad
Con el dinero que Alberto le había prestado, se reubicó en la ciudad y consigió trabajo en una carnicería, la cual estaba ubicada en la calle 16, pero allí no le fue muy bien y se retiró; después de un largo periodo como desempleado, viajó en compañia de Alberto a una finca en Viterbo, y se dedicaron a cultivar café. Luis pensó que esta era una buena oportunidad para solucionar sus problemas económicos, y repetía varias veces: “me voy a llenar de plata para salir de pobre”.
Desgraciadamente no les fue como ellos pensaban y por eso Luis se regresó a Pereira donde se puso a vender la loteria. En ese trabajo duró poco más de 3 años pero se quebró la empresa.
La verdadera historia
Luis, al ver que todo lo que inventaba para salir adelante le salía mal, resolvió darse otra oportunidad y fue cuando decidió trabajar vendiendo tintos en el Parque La Libertad, y para este oficio compró 2 termos, pero gracias a su dedicación y al no desfallecer nunca, las cosas comenzaron a mejorar, y al cabo de un tiempo tuvo que comprar más termos, porque ya no daba abasto con los que tenía, pues la clientela aumentaba día a día.
Al cabo de 7 años en este oficio, sus ingresos ya eran bastante buenos, y pudo adquirir un carrito porta termos cuando estos empezaron a salir; “gracias al carrito se me hizo más fácil el trabajo”, dice el con mucha alegría.
En una esquina del Parque La Libertad, se puede encontrar todos los días sentados en un muro a Luis Enrique Ocampo, y quien ya cumplió 23 años de estar vendiendo tintos.
Actualmente cualquier persona que camine por el Parque La Libertad se puede encontrar con Luis Enrique Ocampo, una persona que como cualquier otra, le ha tocado sufrir mucho para poder salir adelante en la vida; y que gracias a su empeño y dedicación, y a las ganas de ser alguien y tener un futuro asegurado, se ha sostenido por 23 años en este oficio, y que como él mismo lo dice:
“Serán otros 30 años los que estaré aquí vendiendo tintos, si Dios me lo permite”.
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